Un viaje no se reduce a lo acontecido y vivido durante esos días, sino que la experiencia se dilata en el tiempo con antelación a él y de por vida. La emoción que se crea se convierte en un proceso vital, pero con una diferencia muy significativa y esperanzadora, la de que perdura y no muere sino que se gesta, nace, crece, madura y se perpetúa...
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